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Número 13, año 2023
Revista Catalana de Museologia

#Streetmar. El patrimoni marítim en diàleg amb el carrer. Crònica d’un procés de cocreació expositiva informal

Fecha publicación: 31/01/2024


Actualidad

Fecha publicación: 31/01/2024

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Abstract

#Streetmar es una exposición que surge de la emergencia. Es conocida la dificultad de publicar una licitación y montar una exposición. Casi de nada sirve la planificación ni marcarse fechas de inauguración, ya que se pueden ver alteradas por cualquier obstáculo administrativo. Hay que añadir la carencia de medios humanos para ejecutar los proyectos. Es entonces cuando se activan las redes de profesionales y compañeros de trabajo, a las que hay que sumar el tejido asociativo que rodea a un museo, en este caso el Museo Marítimo, que tiene vocación de ser un museo social que genere herramientas de participación ciudadana. Es en este momento que el museólogo debe analizar las herramientas con las que cuenta para superar un punto de estancamiento y retroceso del proyecto. #Streetmar es esto, una salida a la emergencia.

El Consorcio Museo Marítimo de Mallorca (en adelante, Consorcio) tiene la misión de crear el Museo Marítimo de Mallorca (en adelante, Marítimo). La publicación de los estatutos del Consorcio se produce en enero de 2018 y desde entonces se está construyendo el proyecto en diferentes fases: búsqueda de espacios donde poder establecer la sede del Marítimo y poder llevar a cabo una exposición museográfica a la altura del patrimonio marítimo mallorquín, la creación y consolidación de un equipo técnico que lo haga posible y la escucha de los distintos agentes particulares y tejido asociativo, que durante décadas han luchado por conseguirlo.

En este artículo me centraré en el proyecto de museografía del Centro Cultural Ses Voltes (en adelante, Ses Voltes), gestionado por el Consorci desde junio de 2019. Un espacio que se hallaba medio abandonado desde 2016, y que se había convertido en un almacén del Ayuntamiento de Palma, donde en el momento de nuestra llegada nos encontramos con una persona rumana que malvivía en él.

Hasta la llegada a Ses Voltes, en septiembre de 2020, el personal de dirección y administración del Consorcio, tres personas, estaba ubicado en un archivo del Departamento de Sostenibilidad y Medio Ambiente del Consell de Mallorca. Desde allí gestionábamos la sede del Museo del Mar, ubicada en el Port de Sóller, y preparábamos nuestro desembarco en Ses Voltes, la sede central.

Una vez llegados a la falda de la Seu, nos ubicamos en el interior de las murallas de Ses Voltes, un antiguo espacio cultural, vinculado a exposiciones diversas, centro de creación artística y antiguas cocheras del Ejército español. Un espacio prometido a la Asociación de los Amigos del Museo Marítimo de Mallorca, en un preacuerdo municipal, del Ayuntamiento de Palma, en junio de 1978, para poder poner en marcha un nuevo proyecto de Museo Marítimo de Mallorca, que sustituyera al recientemente cerrado Museo Marítimo de Baleares, en 1974. El museo se ancló en Ses Voltes en septiembre de 2020, en plena pandemia de la covid-19 y en el periodo de post confinamiento.

Con la llegada al espacio, ya nos mostramos como un museo participativo, con la puesta en escena del proyecto de cocreación del espacio educativo, que pusimos en marcha en noviembre de 2019, y que ahora podemos presentar.

Desde ese inicio trabajamos para poder presentar una museografía que recogiera todo lo que se había trabajado en los diferentes procesos de participación ciudadana, las jornadas de estudios del mar y todos los debates que estábamos llevando a cabo como grupo o como individuos que buscamos en el museo un espacio donde sentirnos cómodos. En mi caso, como profesional de la museografía y en el de los agentes, como espacio transversal, donde se muestra el mar y el patrimonio a la ciudadanía de Mallorca, y a las personas que nos visitan o que potencialmente pueden visitarnos.

Después de un largo proceso de diseño de los espacios y de creación de discurso museográfico para albergar un conjunto de investigaciones y bienes patrimoniales que recogieran lo que debía ser la exposición permanente del museo, llegó uno de los momentos más dificultosos en la administración pública, y en el día a día de un museo, la licitación de una exposición. En nuestro caso, la permanente. Una licitación que debía ser respetuosa con el medio ambiente y con los operarios que iban a ejecutar la obra.

Tras un complicado proceso de selección, la empresa adjudicataria se retiró, quedando así el proyecto sin ejecutar, y nos obligó a iniciar, de nuevo, toda una nueva licitación, enmarcada en un proceso de inflación galopante que obligaba a revisar los precios y realizar nuevos documentos contables y administrativos. Se visibilizaba un horizonte de un año de tramitación administrativa y ejecución del proyecto. No contaríamos con la nueva museografía hasta bien entrado el 2024.

Ante esta situación de emergencia y de no poder continuar con un espacio que se encontraba bajo mínimos expositivos, valoré la posibilidad de incorporar un conjunto de piezas de la colección del museo en las diferentes salas y hacerlas dialogar con una puesta en escena absolutamente radical e inesperada, como era la incorporación del arte urbano en las salas expositivas. Se anunciaba un cambio de imagen del Centro Cultural de Ses Voltes, y se llevaría a cabo en el marco del Día Internacional de los Museos. Este cambio de imagen se efectuaría con la contratación del muralista SOMA, artista urbano, a quien solo conocía por sus trabajos en las calles y los barrios de Palma, como el Molinar-Portitxol, que dan color a la ciudad y la hacen dialogar, ahora diríamos de forma orgánica, con los cambios que en ella suceden, cambios y resistencias que tensionan a la isla. Lo que me interesaba era cómo recogía estas tensiones desde el mar, reivindicada a lo largo de varios murales de la ciudad y los barrios marineros.

El proceso se ponía en marcha, y la difusión a través de las redes sociales también. Todo el mundo ha hablado y ha comentado el magnífico trabajo que el artista ha realizado, pero la nueva imagen del museo va más allá de la poesía mural de SOMA, muralista, así quiere ser citado. Sí, poesía, sin la cual no tendríamos razón de ser. El arte nos hace más humanos, y los museos necesitamos de expresiones artísticas para llegar a ser más ricos y reflexivos.

Después de unas primeras conversaciones para explicarle lo que quería mostrar en las diferentes salas, Marc me pidió: “¿Qué quieres que haga, un trabajo poético? ¿O que haga un trabajo que se ciña a lo que me digas? Poético, #ofcourse, estamos en un museo, la creación y las personas deben estar en el centro, pero cuando introduzcas elementos patrimoniales, debemos hacerlo respetándolos. Si dibujas una embarcación menor, tradicional, debe ser mallorquina, no atlántica. A partir de aquí creatividad”. Partiendo de estas palabras, confluyeron un montón de diálogos que enriquecieron el trabajo, conjunto, que fue más allá de la conversación establecida entre artista y director.

La propuesta era arriesgada, introducíamos arte urbano en un museo patrimonial, o no. Y lo hacíamos dialogar con piezas, algunas de las cuales pertenecían a maestros de ribera reconocidos, y otras tenían más de cien años de historia.

Dándole un aspecto urbano, debíamos transformar la forma de explicar las piezas y su contexto histórico. Pensé en carteles de conciertos, viajes, concursos y expresiones diversas. Eventos publicitados en las paredes de nuestras ciudades, cartelería urbana.

A partir de aquí aparece el proceso que llamo “proceso esponja”. Esponja, porque el museo es un ser vivo, recién nacido. Es un niño que en 2023 ha cumplido cinco años, y está aprendiendo a expresarse. Un museo que absorbe, se alimenta de su entorno, mientras crece y desarrolla.

En este proceso de aprendizaje es donde se singulariza el Marítimo, y es donde se produce la magia del trabajo en red: de compartir y colaborar de forma desinteresada, a favor del bien común, del Marítimo, de manifestar los miedos y tranquilizar las inseguridades.

A medida que iban pasando los días e iban sucediéndose los trabajos, iba compartiendo, enseñando y dialogando con diferentes profesionales de la materia, con amigos diversos y diferentes agentes vinculados al museo, con el objetivo de enriquecer el proyecto y compartir las inquietudes. Los murales iban evolucionando...

Míriam Garcia, compañera de comunicación del Departamento de Cultura, Patrimonio y Política Lingüística del Consell de Mallorca, se mostraba interesada en colaborar, en ayudar al museo, y ponía a nuestra disposición a su equipo. Ivan, un joven cualificado del Servicio de Ocupación de las Islas Baleares, y Laura, estudiante en prácticas de realización de proyectos audiovisuales y espectáculos del CIF Junípero Serra. Les expliqué cómo quería hacer los textos de sala. Pusieron cara de no entender nada. "¿Qué nos estás pidiendo?". "Esto". Y les mostré una imagen de carteles pegados en distintas paredes de las calles de Palma.

Lo entendieron y recogieron lo que quería comunicar, y aparte de Iván me ha abierto las puertas a La Ínsula, con quien no sabía cómo contactar. La Ínsula es un colectivo de jóvenes que se unen a través del rap y de las “batallas de gallos”, que de forma autogestionada organizan encuentros en Ses Voltes, donde desarrollan su actividad.

Adapté los textos de sala, de la museografía no materializada, creados por las comisarias Laia Seró y Catalina Gayà en la cartelería y en las piezas que teníamos expuestas, que dialogarían con los murales. Los textos se habían quedado anclados por la burocracia, que no les dejaba emerger a la superficie. Debíamos mostrarlos radicales, como la nueva imagen.

Al museo vino de visita Muns Anglada, una colega. Ella, que es conservadora del Museo de Menorca, me decía: "Yo haría resaltar, sobresalir, los cuadros del vapor y la polacra, por encima del mural, o éste se los comerá".

Días más tarde, en un encuentro formativo en el Museo del Calzado y de la Industria de Inca, le enseñé el resultado de su propuesta y cómo estaba quedando la sala del “corazón que late en el mar”, y me decía: "Espectacular, me encanta, te la estás jugando, has arriesgado un montón".

Otra colega de profesión, María José Rivas, una apasionada de los tesoros que esconde la tierra (arqueóloga) y enamorada de los museos, me decía: “En esta puerta has de poner un vinilo. Así no se vera la máquina de los aires acondicionados, esa tan fea, y la gente podrá hacer una foto chula de los modelos del ‘mestre gallina’, lo instagrameará”.

La semana siguiente, participé de las regatas de Cala Gamba, a bordo del bote Cabrera, del Consell de Mallorca. El bote se ha convertido en un espacio de aprendizaje en la navegación a vela latina, de la mano de Diego Riera y de Àlex. Aquel domingo Diego no estaba, pero nos acompañó Sacha, con quien hablamos de nuevos proyectos para el museo.

Mientras virábamos delante del Islote de Na Galera, en Can Pastilla, pude tomar una buena fotografía del laúd Alzina, un BIC, y ejemplo de gestión popular del patrimonio. Aquel domingo estaba patroneado por Iñaki Aicart, uno de los muchos patrones de la asociación, bajo la atenta mirada de Xisca Mas, una persona vinculada al grupo de agentes del museo.

La fotografía se convirtió en vinilo, y ha cubierto la puerta de cristal. "Me encanta, gracias". “A ti por estar”, comentaba María José.

Ivan, mientras nos hacía un vídeo para anunciar el Día Internacional de los Museos, me decía: "Esto es diferente, parece otro concepto de museo, me gusta". Míriam nos abría un espacio en Els Dematins de IB3 Ràdio para poder hablar del #DiaInternacionaldelsMuseus y de la realidad museística y de sus profesionales en las Islas Baleares.

Isabel Melenchón, gestora de la web del Consell de Mallorca, incorporaba de forma inmediata el vídeo de Ivan a nuestra web.

Más adelante se incorporaba Marina Bonel (otra joven calificada del SOIB en el Consell) y Catalina Jaume, una estudiante en prácticas de Comunicación y Periodismo de la Universidad de Lleida. Ellas trabajaban para Guillem Garcés, fotógrafo de presidencia del Consell. Y ellas terminaron de hacer los carteles de sala. Yo hice unos cuantos y ellas otros. Sus carteles eran distintos, más frescos. Yo rozo el boomerismo. A ellas les encantaba lo que veían y hacían, se sentían atraídas, los ojos les brillaban. Diseñamos distintos tipos de carteles para distintos relatos. No tenían nada que ver unos con otros, unos más holísticos, otros más punks, en función de lo que contaban, simulando las paredes de las calles y su diversidad.

Y no puedo olvidar el grupo motor, que diría Xevi Collell, director del Espai Cràter, que me acompaña en este navegar del Marítimo: Manuel Gómez Planas, presidente de la Asociación de los Amigos del Museo Marítimo, Xisca Mas, vocal de los Alzinaires, Rafael Mas, ex patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de San Pedro de Palma, en Baleares, Jesús Coll, de la Real Asamblea Española de Capitanas de Yate, Jaume Amengual, Aina Obrador, Diego Riera, Jaume Ferrando, Pep Florit y Jordi Nadal. Personas y colectivos que se unen al trabajo del museo, no como comunidad, puesto que son dispares y cada uno de ellos tiene sus intereses e inquietudes, sino como una pequeña sociedad civil, o grupo de apoyo.

A ellos les reuní un lunes por la tarde, para hablar y debatir la nueva exposición. Dudaba de cómo recibirían la nueva imagen del museo. Fue bien recibida, un aliento. Estaban contentos de ver las nuevas salas y las nuevas piezas que se iban incorporando.

Diego Riera nos decía: "Necesito algo así en mi casa", en referencia al #cordemar y su diálogo con los cuadros del vapor Miramar y la polacra Clara.

Todo eran aportaciones de mejora. La más destacada fue la reubicación de unos fanales para pescar calamares. Sugerían colgarlos sobre la Xorica, una pequeña patera, que en su momento fue auxiliar del laúd Alzina. Y así quedaba completo el espacio de las barcas de las cuevas de Bellver. Cada persona que participó en el proceso lo hizo según sus posibilidades: aportando ideas, elementos de seguridad para colgar los bienes patrimoniales, ayudando a colocar diferentes partes de los bienes, recuperando así la memoria del oficio de pescar, que algunos de sus miembros no tenían y otros sí. Quienes recordaban el funcionamiento de los fanales, lo habían visto hacer de pequeños, cuando aquella antigua práctica era legal, y normal en la comunidad pesquera de entonces.

Se abrió un debate sobre qué material utilizar para colgarlos, se hizo partícipe su opinión y experiencia en la materia. Al cabo de una semana nos volvíamos a encontrar para colgar las antiguas luminarias. A la vez que se generaba contenido para redes (Amengual, 2023).

Mostré la evolución de los trabajos a Mireia Mayolas, un referente en el ámbito museístico y una persona con gran experiencia en la generación de exposiciones vinculadas al mar, ya que es la jefa de unidad de Educación, Actividades y Exposiciones del Museo Marítimo de Barcelona. En un primer momento le encantaron las lampugas de lenguas, pero el corazón y la cartelería le generaban dudas. Las dudas que surgen a la hora de proyectar una nueva exposición, de las que nos hablaba en las II Jornadas de Estudios del Mar (Mayolas, 2020).

Frente al bogavante-siurell nos faltaba una red, con plásticos pescados, omnipresentes en el mar. Llamada a Domingo, patrón mayor jubilado y presidente de la Federación de Cofradías de Pescadores de las Islas Baleares. “Domingo, ¿podrías guardarme algunos plásticos de los que sacan vuestras barcas?”. “¿Cuántos quieres? ¿Una bolsa pequeña, mediana, grande, varias bolsas?”. La triste realidad de nuestros fondos marinos. “Una bolsa pequeña” y día 18 de mayo, en el marco del Día Internacional de los Museos, con el lema “Museos, sostenibilidad y bienestar”, la barca de arrastre Nou llevant a veinticuatro millas del sur de Palma, y a una profundidad de entre trescientos y setecientos metros me proporcionó el material que necesitábamos. El día 19 colgamos los plásticos, que desprendían un fuerte olor a mar, toda una experiencia inmersiva, efímera, eso sí.

El día 20, SOMA seguía trabajando en las salas, y el público y los medios se acercaban para verlo. Primero, Rocío Carretero de 5 dies, IB3TV, después Marta Ferrer del programa Gent de la mar, de IB3TV, y Jesús Torner del equipo de IB3 Notícies.

Mientras, Gemma Caimari y Jaume Garcia, del equipo educativo, conducían al público por las diferentes salas y explicaban las aventuras y desventuras de los marineros del siglo XIX, que navegaban mar allá, para exportar aceite de oliva, zapatos, tejidos y otros productos e importaban cacao, azúcar y otros bienes.

SOMA continuaba dibujando pescadores, las manos del maestro de ribera, Pep Florit, trabajando la madera cortada, con un cepillo, en el que una cabeza de muerte nos marcaba el rumbo.

“Cambio de paradigma” en la concepción expositiva, me decía Xevi Collell y Oriol Picas, director del Museo de Arte Medieval de Vic, al ver la evolución del trabajo y la comunicación en las redes sociales. Cómo hacer una exposición significativa una intervención desacralizada, comentábamos.

Y a mi lado y en todo momento, cada mañana, al llegar al museo y viendo la evolución de las salas, y comentando la nueva puesta en escena, Margalida Sastre. La persona que hace posible la realidad, detrás de cada expediente, en formación y reto continuo, superado uno tras otro.

Mientras tanto Maria Àngels Castanyer, coordinando y trabajando las diferentes propuestas que se llevan a cabo desde el área de públicos y educación. Y Magdalena Mas (estudiante en prácticas de grado medio de Auxiliar Administrativo del CIF Juníper Serra) aprendía el día a día de la administración.

La investigadora Catalina Gaya nos hablaba del bar El Camionero, del barrio del Molinar”, un lugar de encuentro de pescadores y gente del barrio, mientras continuaba la investigación en el barrio del Molinar-El Portitxol, con el equipo de Medios y Cultura de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Y sí, éste es el día a día de un pequeño museo que se quiere hacer mayor, paso a paso, caminando, remando, trabajando en red en favor del bien común: la salvaguarda y la difusión de un patrimonio propio, que se reivindica vivo y en diálogo con todos nosotros.

Un museo de personas corrientes, para personas corrientes. Colin Crouch.(1)

#Somungrupdacció

Como conclusiones de este proceso, podemos decir que el trabajo común y la cooperación se puso de manifiesto a la hora de construir el espacio expositivo del museo.

Éste es un pequeño ejemplo de trabajo, con poca resonancia política. Será un trabajo que no irá más allá de la documentación gráfica, un tuit y un artículo. El trabajo en común ya no está reconocido políticamente, si no se le dota de un cuerpo, de una identidad, como puede ser la creación de un comité técnico asesor, que participe de los distintos procesos de creación del museo o que funcione como órgano consultivo de las acciones que éste ha desarrollado.

En definitiva, se trata de reivindicar el trabajo público y colectivo, como un acto político que se muestra en relación con la institución y el museo, y donde las personas se lo hacen suyo.

Un nuevo ejemplo de este proceso, en el marco del #streetmar, fue lo sucedido en el mes de julio, en el marco de Canciones del Mediterráneo, festival de música tradicional organizado por el Ayuntamiento de Palma. El museo colaboraba con la programación de un conjunto de visitas guiadas, algunas en horario de apertura y otras en horario de cierre. Ante la dificultad de la empresa que gestiona el servicio de atención de no poder asumir más horas, el museo hace un llamamiento a la participación de los diferentes agentes que lo apoyan. De forma inmediata surgieron varios voluntarios, que se empoderaron y quisieron mostrar sus conocimientos desde las salas del museo a los visitantes.

 De esta forma se produjo una guía a través de tres especialistas: un ex patrón mayor de la cofradía de pescadores de Palma, un biólogo y formador en la navegación deportiva y amante de las diferentes disciplinas patrimoniales relacionadas con el mar y un navegante y conocedor de diferentes disciplinas náuticas. Todos ellos asumieron la guía de las salas. Ellos disfrutaban siendo los protagonistas, se responsabilizaron del museo y de sus contenidos, queriéndolos enriquecer, mostrando el espacio al visitante, educándolo y educándose. Se produjo un momento mágico. Ahora diríamos líquido, orgánico, entre ciudadanía y administración.

Esta forma de relacionarse, sociedad civil/museo, fortalece a unos y otros. Los primeros se sienten acogidos, y el museo se siente legitimidado democráticamente, ejerciendo dinámicas menospreciadas, olvidadas. La transparencia y el trabajo en lo común debe ser la clave para seguir avanzando en una sociedad donde la democracia representativa ha generado un descontento y una apatía colectiva. No debemos olvidar que era muy fuerte en el período posfranquista, con un tejido asociativo muy empoderado, que delegó su responsabilidad en los primeros gobiernos democráticos.

Los miembros del grupo de apoyo del museo pasaron a ser ciudadanos activos, con capacidad de construcción y de influencia en el discurso museístico.

Pasados unos meses, debemos reflexionar, colectivamente, si un museo, y en este caso del Museo Marítimo de Mallorca, que los principatinos trataríais de nacional,(2) se puede construir en estas condiciones. Sin técnicos en patrimonio marítimo, sin técnicos jurídicos, y sin otros recursos necesarios para desarrollar cualquier proyecto museístico.

Como gestores públicos y museólogos debemos luchar para obtener los recursos necesarios para desarrollar los proyectos encomendados, es nuestro trabajo. ¿Pero realmente qué quieren los comendadores y qué quiere la sociedad? ¿Realmente queremos dotarnos de herramientas democráticas? Un museo lo es. Nos enriquece como sociedad, nos ayuda a entender quiénes somos y cómo podemos ser y debe ayudarnos a relacionarnos con los demás.

¿Nuestra energía debe centrarse en la elaboración de propuestas de resolución y resoluciones, o debemos generar proyectos museísticos que nos pongan en relación con nuestro objeto de estudio y nuestro entorno, en definitiva, a las personas a las que nos dirigimos? Que en primera instancia son los contribuyentes, a los que debemos interpelar y con los que queremos trabajar y desarrollarnos.

Son cuestiones que van más allá del éxito o no de una exposición de emergencia, que van más allá de los procesos de participación ciudadana. Debemos plantearnos qué queremos ser como museólogos y cómo queremos trabajar en los museos. No es una pregunta sencilla de responder, ni los caminos para resolverla son fáciles, pero nos los debemos plantear y trabajar para cambiar la precariedad en la que nos movemos, y seguir navegando hacia una nueva forma de hacer. Hacia la profesionalización de los museos que permitan poner en marcha proyectos de participación, proyectos museísticos que se vinculen con la sociedad, de forma digna, superando la necesidad. Generando sociedad civil democrática, entre administración y administrado.

 

Agosto del 2023

Notas


(1)

Haciéndome mía la frase de Colin Crouch en el libro Posdemocracia, hablando de las personas normales.

(1)

Haciéndome mía la frase de Colin Crouch en el libro Posdemocracia, hablando de las personas normales.

(2)

Debemos recordar que no se trata de un museo municipal, sino del Museo Marítimo de Mallorca, de toda la isla, que se funda bajo el paraguas del Consorcio Museo Marítimo de Mallorca, con el Consejo de Mallorca y el Gobierno de la Islas Baleares como únicas entidades consorciadas. El linaje Mallorca debería pesar.

(2)

Debemos recordar que no se trata de un museo municipal, sino del Museo Marítimo de Mallorca, de toda la isla, que se funda bajo el paraguas del Consorcio Museo Marítimo de Mallorca, con el Consejo de Mallorca y el Gobierno de la Islas Baleares como únicas entidades consorciadas. El linaje Mallorca debería pesar.

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